En Príamo, aquí yacen los restos de Héctor, nos recibe el anticristo. Al menos así se presenta. Un descreído, un desertor del camino de dios. Se sabe condenado y por eso prepara estas 21 canciones, divididas en dos discos, en las que escupirá unas cuantas verdades antes de la ejecución, acompañado de una guitarra que nos recordará a esa bisagra entre el punk y el grunge que fue Sonic Youth o Pixies. No se confundan, huele a muertxs, no a colonia. Como toda Latinoamérica.
Ambos discos se comportan como las dos caras de una misma moneda, y son también el canto en el que cae a veces. El Yo y su sombra, o el yo es otro de Rimbaud. Se espejean mutuamente, uno depende del otro. En la negación de lo otro es donde se afirma el propio ser. Reinun juega permanentemente con esta dicotomía afirmación y negación. Afirmación de sí, negándose a sí mismo como una figura determinante. Mejor ser otrx, siendo unx mismx. Reinun como el sacerdote de su propio derrumbe y nacimiento.
Tras el anticristo viene el nihilista. Entrada con declaración de principios de parte del padre de la antitrova. Acaso el disco entero sea una especie de manifiesto (como el de los Dadas, referencia en el disco dos). Autoafirmación con guitarra de 5 cuerdas y afinación atípica. Palabras urgentes balbuceadas como en un trance. “¿Cómo empezar? / Si estoy tan acostumbra’o a que lo hagan los de al la’o / y hoy nadie quiere dar pie para luchar.” Pero tan necesarias como los balbuceos de las machis y chamanes. Tan ignoradas como el balbuceo del loquito que duerme en la otra esquina, y sin embargo rebosantes de lucidez. Punk en octosílabos tras unos vinos en la madrugada. Reinun no es lo que pasa en el restorán de moda, es lo que pasa dos calles más allá, a la vuelta de esa esquina que creíste siempre tan bonita (Ojalá (maten a un rati), Dar parte y callar).