—Para quienes hemos trabajamos en un mall, tus poemas se pueden leer como una bitácora, el registro del día a día de un trabajador de un centro comercial. ¿Qué diferencia al empleado de mall de otros empleados?
En algún momento creí que lo que diferenciaba era el submundo del centro comercial. Podría ser el edificio, un lugar hecho para el goce de otros, y, posiblemente, también para uno en la quincena. No sé. Quizás el hecho de no tener fines de semana, o que hay mucho tiempo muerto. Pienso igual en el tema de trabajar por comisiones, que al final es lo que te hace el sueldo, como en tantas pegas del sector servicios como garzonear o trabajar por propina. También están las pegas de aseo o de comida rápida, que funcionan distinto. En ese caso, no existe un solo tipo de empleado de mall. Por otra parte, es importante lo que nos iguala como trabajadores ante situaciones de explotación, de presión laboral o, simplemente, cómo resistimos a un trabajo charcha o monótono. Ahí el espacio mall hace la diferencia, más al conocerlo tras bambalinas.
—¿Cómo se origina el ejercicio escritural de Horario mall?
Se origina en dos instancias. Una obedece al proceso escritural y otra a la experiencia personal. En este último caso, por haber pasado parte de mi vida trabajando en el mall, en tiendas de retail y en algunos locales de comida rápida. Creo que de esa experiencia este libro tuvo su génesis: en la reflexión diaria, en el tiempo muerto, esperando que termine la jornada, incluidas las conjeturas que nacían en esas pegas que iniciaron mi vida laboral. En ese tiempo existió un ejercicio de escritura, pero muy en ciernes; algunos textos que fueron el germen de lo que es el libro publicado. Por otro lado, el proceso escritural se intensificó al alero de mi participación en el Taller Lorkokran, donde me doy cuenta que a través de las lecturas críticas de otros escritores, y la posterior corrección, edición, escritura y reescritura, que los poemas podían tener sentido como unidad y que el texto mismo en su desarrollo trataría temáticas que trascienden a la experiencia personal. Considero que, en el trabajo, pocas cosas son personales.
—Hace un tiempo atrás, mientras bebía una cerveza en un bar, se acercó un hombre con la clara intención de venderme algo. Ese algo no era otra cosa que un libro de poemas. Ante la insistencia del poeta, no supe negarme. Uno de los poemas (aún conservo el libro), rezaba así: “Los poetas también tienen su infierno/ y no es el de Dante/ los poetas tienen su infierno / y este es un mall”. ¿Qué te parecen estos versos? ¿Conversan con tu experiencia como trabajador de mall?
Me parecen interesantes, no los conocía. Me remite a la idea del mall como espacio de bienes transables, o su apariencia higiénica, cínica. Por momentos, para mí fue un infierno trabajar en el mall. Y bueno, también la referencia a los niveles del infierno. Al final en un mall pueden verse todos los pecados capitales.
—El mall reemplaza la cultura comunitaria tradicional por una nueva cultura corporativa. En estos espacios, ¿cómo se vive la amistad, el amor, lo comunitario? Elementos presentes en las relaciones humanas y que también le competen a la poesía, a la escritura.
—En tu libro se mencionan varios centros comerciales, pero creo que se pone énfasis sobre uno: Mall Plaza, un centro comercial que vende el simulacro de una experiencia urbana, la “nueva plaza”. Bajo tu mirada. ¿Cuál es la identidad del urbanita de mall?
Acerca del autor de Horario mall:
Camilo Norambuena Madariaga (Santiago)
Obtuvo mención honrosa en los Juegos Literarios Gabriela Mistral (2017), fue becario de la Fundación Pablo Neruda (2013) y segundo lugar en el V Concurso de Poesía del Instituto Chileno-Norteamericano de Cultura (2010). Horario mall es su primer libro.
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