LA CASA RECOMIENDA


Somos un cuerpo completo que grita: Evidencias. Las otras dramaturgias

Por Soledad Figueroa Rodríguez.

¿Cuántas voces sepultadas se encuentran en la historia escrita con H mayúscula que quema sin permitir sus existencias? ¿Cuántas voces sonoras y escriturales fueron acalladas por provenir de una “costilla”?

Porque pensar es peligroso si el hueso extirpado habla. Muerde venenoso como la serpiente.

En la obra Telaraña de Gabriela Roepke, el personaje de Miguel le dice a Olivia “su” esposa, “su” mujer, “su” costilla extirpada, lo siguiente: “Y tú eres una romántica. No discutas de lo que no entiendes”. Olivia le responde: “¿Y por qué no voy a entender? Las mujeres también podemos pensar”. Miguel le dice: “Mientras menos pienses, mejor”. Y la besa. Calla con un beso a la adición de su título de Marido, a la que es “suya” según decreto y contrato, según la Historia con H mayúscula de los HOMBRES con letras mayúsculas. Eso nos han hecho creer durante siglos, silenciando nuestras voces que parecen extrañas, otras, subalternas, donde el decir, pensar y hacer siempre ha sido peligroso. No queremos besos que nos cosan la boca, no queremos golpes que nos rompan las manos.

Evidencias. Las otras dramaturgias de NICE Núcleo, conformado por las actrices, investigadoras y activistas Patricia Artés Ibáñez, Maritza Farías Cerpa y Lorena Saavedra González se presenta como una investigación y libro fundamental no solo para el estudio y práctica de las artes escénicas y performativas, sino también para toda la sociedad, sin distinción de disciplinas ni de género. Su objetivo principal radica en “ser un documento que posicione la voz dramática de las mujeres del siglo XX, visibilizando su creación y aportando a la escena teatral chilena y latinoamericana desde su variedad temática y estilística, reflejado en los mundos e imaginarios que habitan los personajes al interior de las obras, pero también a la construcción de una genealogía del quehacer de las mujeres desde una perspectiva de género” (Artés, Farías & Saavedra).

Las autoras nos presentan, por tanto, la diversidad de imaginarios existentes en la escritura y pensamiento de mujeres chilenas del siglo XX que pusieron su voz en el papel siendo, algunas veces, directoras de su propia creación. Creación, pensamiento, quehacer y hacer, palabras que desplazan la idea de la costilla extirpada y le dan cabida a la voz pública que tantos siglos han deseado silenciar. 

Evidencias nos invita a recorrer un camino que se divide en dos partes principales: la primera, correspondiente a un prólogo crítico en que las autoras dan cuenta de las motivaciones, necesidades, categorizaciones y análisis que tuvieron con este material invisibilizado por tanto tiempo; y la segunda, que alberga las obras seleccionadas para la antología propiamente tal, relevando piezas dramáticas desde principios del siglo XX como Sentimientos vencidos de Luisa Zanelli López (1919) hasta Mónica Pérez con su Voces en el barro, del año 2000 ya iniciado este nuevo siglo.

Portada de Evidencias. Las otras dramaturgias (Ediciones Oxímoron) 

En su prólogo crítico, primera parada de este viaje, las investigadoras dan cuenta de un problema arraigado en nuestra educación (teatral) chilena: ¿qué mujeres leímos? ¿qué mujeres estudiamos en nuestra formación artística? ¿qué mujeres son las referentes de nuestro quehacer? Estas preguntas no son nimias; la importancia de relevar la creación de mujeres y disidencias en nuestra —y todas— las disciplinas nos da un marco de referencia para nuestra propia creación. Un impulso, un cuerpo, un esqueleto completo para Ser. Aquello me recuerda a lo planteado por Chimamanda Ngozi Adichie en su libro El peligro de la historia única: “Así es como se crea la historia única, se muestra a un pueblo solo como una cosa, una única cosa, una y otra vez, y al final lo conviertes en eso. Es imposible hablar de un relato único sin hablar de poder (…) Poder es la capacidad no solo de contar la historia de otra persona, sino de convertirla en la historia definitiva de dicha persona”. Historia única que aplasta historias de pueblos y géneros. Categorías que indican cómo hemos sido, somos y seremos sin siquiera dar el tiempo de permitir ser. En esta macro pregunta “¿qué mujeres estudiamos?” Se evidencia la falta de sus historias en esta escritura hecha por los vencedores. Salta a la vista la poca presencia de mujeres —y aún más de disidencias— en las antologías dramatúrgicas, en los libros de historia del teatro, tanto en su rol como dramaturgas, directoras, investigadoras, etc. Y si esto pasa en nuestra área no pertenece solo a ella, sino que es un síntoma que se repite a lo largo de cada disciplina y aspecto público. La mujer ha estado relegada de lo público durante siglos, cito a las autoras: “Así la cosmogonía político-social propició el predominio para que el hombre se desarrollara en todos los ámbitos de la sociedad quedando la mujer relegada al rol de madre/protectora, atravesada, además por una iglesia católica castradora y en gran medida por el analfabetismo de principios de siglo XX”. Y ahí volvemos a la idea impuesta por esta Historia mayúscula de la costilla que no puede pensar ni decir.

Continuando en esta misma etapa del viaje, las autoras nos presentan tres categorías de análisis que permiten desentrañar la multiplicidad de miradas de las dramaturgas presentes en esta antología. Estas no son excluyentes entre sí, sino que muchas de las obras presentan al menos dos de las tres macrocategorías utilizadas. La primera categoría es la Educación y conocimiento visto como un espacio de emancipación. Este elemento da cuenta de la importancia de la educación intelectual e institucional para la autonomía de la mujer. Importante es recordar la Ley Amunátegui decretada en 1877, que permitía a las mujeres chilenas, por primera vez, cursar estudios universitarios; o la creación del Instituto Pedagógico en 1889, el que fue una puerta importante para los estudios de mujeres provenientes de las capas medias, que permitió no tan solo el acceso al conocimiento en sí, sino también la enseñanza del mismo. Esta categoría no solo toca a gran parte de las obras presentes en el libro, también a las dramaturgas. Si no se hubiese abierto el acceso a la educación para las mujeres, probablemente las letras que componen parte de estas historias no se habrían producido jamás.

NICE Núcleo. Maritza Farías Cerpa, Patricia Artés Ibáñez y Lorena Saavedra González

La segunda categoría de análisis corresponde al Amor romántico como espacio de opresión elemento que se repite en casi todas las obras que componen esta entrega. Las autoras precisan la crítica que hacen las dramaturgas estudiadas de ese rol y espacio que han cumplido las mujeres en el mundo de los hombres. La mujer objeto en todos sus términos, relegada al interior de una casa, del cuidado de sus hijos y de la entretención de su marido, el resabio de una persona, la sombra, el eco que repite y que no es. Lo interesante aquí, que lo mencionan Farías Cerpa, Artés Ibáñez y Saavedra González, es reconstruir un centro en que la mujer ya no es el objeto de un deseo sino un sujeto que desea. Ya sea romper su condición pre-establecida por un masculino, o su deseo por otro, el deseo por el conocimiento, el deseo por la libertad. El amor romántico aquí es un estadio de opresión, pero a su vez una anagnórisis de su condición de oprimidas. Ahí está la crítica. Las dramaturgas no están simplemente presentando una situación determinada, sino cuestionando dicha situación.

Sumado a esta condición privativa, encontramos la tercera macrocategoría de análisis que corresponde a la Violencia de género enmarcada en la cultura de la violación. Tal como se mencionó anteriormente y que hace resonancia con este punto en particular, el peligro de la historia única radica en la imposición de una historia determinada por quien hace ejercicio del poder. Un cuerpo, una voz, una historia, un pensamiento, por sobre otra, otre, otro. Esta categoría da cuenta de cómo la violencia de género y la cultura de la violación transita en cada una de las dramaturgias de este libro. Ya sea desde lo simbólico hasta incluso la muerte, la violencia se yergue como una categoría propia del ser mujer. Somos mujeres, por lo tanto debemos ser violentadas. Desde la imposición del silencio, pasando por la categoría de un cuerpo que puede ser desechado, violado, hasta un cuerpo que no es cuerpo sino materia muerta. Un cuerpo frío que parece estar más cerca de la muerte que de la vida, que puede ser arrojado al río sin importancia. Esa condición histórica, arraigada en una cultura machista aún presente, es la evidencia del rol político de no tan solo las dramaturgas presentes en el libro sino también de las autoras e investigadoras del mismo, quienes relevan este cuerpo escritural para decir No + sin nosotras.

Para finalizar, no puedo dejar de mencionar la segunda parte —y sustancial— de esta investigación que es la selección de dramaturgias para esta primera entrega. De un total de 119 obras pesquisadas correspondientes a 42 autoras, encontramos aquí la primera entrega correspondiente a 12 obras. 12 obras que han sido poco o nunca estudiadas, 119 obras que han estado relegadas a un olvido e incluso a una inexistencia. 119 obras que demuestran que no es que no haya habido producción dramatúrgica de mujeres sino que da cuenta, una vez más, del silencio al cual nos han condenado. No pretendo aquí hablar de cada obra pues les corresponde a sus ojos lectores hacer ese pacto. Pero sí me permito decir en voz pública los nombres de las autoras para que nunca más se nos olvide que existen: Luisa Zanelli López, Rosa Idilia Cabrera, Gloria Moreno, Ana Ayala, Dinka Ilic, Gabriela Roepke, María Asunción Requena, Isidora Aguirre, Inés Margarita Stranger, Lucía de la Maza, Ximena Carrera y Mónica Pérez.

Ya no estamos en tiempos de permitirnos REPRESENTAR una costilla.

SOMOS un cuerpo completo que grita.

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Ilustraciones de interior, Francisca Veas Carvacho

Acerca de la autora:
Soledad Figueroa Rodríguez (Santiago)
Actriz, Magíster en Artes con mención en estudios y prácticas teatrales UC. Co-directora y dramaturga de CAPRA Arte colectivo. Miembro de VASTA (Voice and Speech Trainers Association) y LAVOCE (Laboratorio Vocal Corporal Emocional). Docente universitaria. Performer Vocal. Co-autora del libro Espérame en el cielo, corazón. El melodrama en la escena chilena de los siglos XX-XXI (2017).

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