El bádminton se parece a la música
pero no es música.
Se parece a los caballos
pero no es un caballo.
Litografía de 1829 que captura el momento en que los siameses Chang y Eng Bunker entrenaban, justo antes de jugar la seminfinal de dobles del primer Gran Torneo de Bádminton de Mount Airy, en Carolina del Norte.
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Cuando los fantasmas no están abriendo cajones o azotando puertas, juegan bádminton. Si pudieras verlos quedarías encantado con esa danza de sábanas ligeras, con sus ojos huecos atentos a la trayectoria del volante.
Tal vez no lo creas, pero ahora mismo hay dos de ellos jugando cerca de ti. Cada vez que pasan a través de tu cuerpo te hacen bostezar.
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Rita Dinkler, analista de bádminton de ESPN:
El nuevo bádminton
está en contra
de la trascendencia
es efímero en sus ideas, materiales
y propuestas
ignora el rigor
incentiva la ignorancia
el nuevo bádminton
se disfraza de argumentos
para ocultar su vacío.
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Cabeza de ciervo es, sin dudas, el más bello libro sobre bádminton que se haya escrito jamás. Con el entusiamo de un enamorado, David Foster Wallace relata sus recuerdos más entrañables con la raqueta y el volante, al tiempo que escribe un prodigioso ensayo a partir de la rivalidad entre dos de los badmintonistas más grandes de nuestra época: el llameante Lin Dan y el gélido Chen Long. Pocas veces el corazón de un deporte había sido retratado con tanta maestría. Cinco de cinco estrellas.
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El bádminton ya nada tiene que ver
con lo humano, con la belleza
del mundo. Ya no es templo, es
un ruido, un desecho
que no dice
que no arde.
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