Pasado algunos minutos el fetuccini llega a mi casa a una temperatura adecuada para su emplatado. Abro el envase y siento el aroma de la salsa y la pasta que, en su conjunto, logran estimular mi apetito. Una vez servido en el plato, según se estila, agrego el queso parmesano. Al probar un bocado percibo de forma inmediata el balance entre el sabor y la textura, la ligereza en boca de una pasta bien preparada y la carne fresca presente en la salsa de tomate, que por ningún motivo resta protagonismo a los otros ingredientes. 

Es que en Golfo di Napoli existe claramente cultura e influencia italiana, comunidad que ha tenido un gran impacto en los sabores de nuestro país y Latinoamérica. En Chile la migración italiana se produjo a principios del siglo XIX, con principal arribo en Santiago y Valparaíso, ciudades en las que abunda el comercio gastronómico que mantiene este traspaso cultural. Es en este contexto que nace esta trattoria que rescata la tradición familiar de Nápoles, lugar de donde proviene su dueño, Vincenzo Guarino, quien decidió junto a su familia migrar a Chile el 2002 y probar suerte en el rubro de la gastronomía. Primero, partirá con Pizza a Tavola, una pizzería al paso ubicada en Irarrázaval con Pedro de Valdivia. Luego de dos años, sumado el reconocimiento de la comunidad, se mudaran a un local más grande y adoptarán el nombre con el que hoy se les conoce y que los ha consolidado como uno de los restaurantes icónicos de Ñuñoa.