Nos tentamos con la solicitada cazuela de vacuno y el costillar con puré, pero finalmente nos decidimos por el último para hacer espacio para el plato estrella del lugar, el único permanente y disponible todo el día: el famoso “Causeo de patas”, existente en tres tamaños y que consta de patas de chancho, porotos burros, cebolla, cilantro y un toque de vinagre de vino, que además recomiendan sazonar con limón y ají, pero eso ya queda a gusto personal.
El costillar se podía cortar con el tenedor y yo, que no soy fanática del chancho, terminé raspando el plato. Demás está decir que el puré es de papas naturales y para mí siempre cumple la correcta función de acompañar, sobre todo cuando el protagonista es un jugoso trozo de carne.
Del causeo la verdad es poco lo que puedo opinar porque tengo un tema personal con las texturas gelatinosas, pero mi acompañante se las hizo chupete y comentaba que le parecía “reponedor”, se sentía mejor a medida que comía, y aclaro que no es que sufriera de resaca. Ese comentario me llamó la atención, entonces le pregunté a Cristian, quien nos contó que el causeo justamente es tan solicitado porque aparte de lo sabroso, permite a los clientes estar más sobrios y resistentes frente a los embates del alcohol que suelen consumir mientras juegan cacho o brisca. Porque sí, en el San Carlos puedes hacer todo eso: comer causeo de patas, jugar cartas o cacho, tomarte una “cosita” y sobre todo conversar... el lugar te invita a conversar, incluso con los habitués de las otras mesas o de la barra. Gente en general entrada en años y que lo frecuenta desde hace décadas.