La causa, ese encuentro de dos titanes del Perú —la papa y el ají—, aparece ya en varios recetarios antiguos del siglo XIX, solo que difiere mucho de la receta que hoy conocemos. De hecho, las primeras causas no solo carecían de relleno, sino que tampoco llevaban limón. En su lugar se empleaba la naranja agría, el mismo cítrico que se usaba en aquella época para el ceviche. Décadas después, toma la forma que todos conocemos: con su relleno de verduras, de pollo o de atún, y sazonada con ají y limón.
Fuente: ¡Bravazo!, Gastón Acurio
3.- Por tu trabajo te debes relacionar con muchos, ¿con que escritor jamás te reunirías a disfrutar de un trago? ¿Por qué?
En realidad por trabajo me toca más relacionarme con cineastas y con programadores de salas y festivales de cine. Dentro de ese universo, si tuviera que hacerle al quite a alguien, se lo haría a Ingmar Bergman, sin duda alguna. No es su conservadurismo per se, sino su manera de ser conservador, la que me hace ponerme a la defensiva en dos segundos y me impide disfrutar de su obra –de la que creo que Sven Nykvist, el director de foto es el verdadero genio, junto a la troupé de actrices y actores que lo dan todo. Mi tesis es: dales a ellos cualquier otro director, y el resultado será una obra maestra. Dale a Bergman cualquier otro equipo de trabajo, y su obra pierde toda consistencia–. Desconfío completamente de sus intenciones narrativas.
En cuanto a la literatura, ocurre que el aislamiento en que se encuentra la disciplina es tan acentuado que opera de manera completamente sectaria: si no perteneces a la escena, la literatura chilena se reduzce a Hernán Rivera Letelier, Nicanor Parra y un par de best-sellers más. Si estás parado dentro, conoces a 500 autores contemporáneos, tienes una relación personal con más de la mitad de ellos, y lo más probable es que tú mismo mantengas un hábito de producción literaria, ya sea solo por hobby. Este escenario –que no es único de la literatura, sino que es el influjo nefasto de la lógica gremialista sobre las artes y oficios en general; un estado de cosas que, si estoy dándome el tiempo de desviarme del tema para mencionarlo, es porque siento la urgencia inmediata de revertir: es necesario generar audiencias generales para las diferentes disciplinas artísticas. El arte debe volver a ser un ítem de consumo casual— tiene como resultado que, si tú no perteneces a la escena y tienes la mala suerte de estar presente en un encuentro literario, las conversaciones tendrán un tono esotérico que no te permite participar de ellas, y que la mayoría de las veces pasan por arrogantes –cuando no están derechamente siéndolo—. Lamentablemente, yo me retiré tempranamente de ese mundillo –a principios de siglo– y ahora, cuando me ha tocado por oficio volver a asomar la cabeza en él, se me aparece como distante, incapaz de trascender a su propio comidillo, y realmente, salvo con quienes ya son amigos míos por motivos extraliterarios, no me dan muchas ganas de juntarme a chupar con ninguno de los personajes que allí he conocido.
Ahora, habiendo dicho esto, cabe mencionar que soy alcohólico, y probablemente me vaya de tragos con quien sea que me invite. Espero, con estas dos respuestas, haber cubierto la cuota de ponzoña que con esta pregunta se esperaba en mis palabras.
4.- ¿Comer para vivir o vivir para comer?
Me pasa que soy muy goloso, pero paso largos periodos de tiempo bajo mucha carga laboral, por lo que la alimentación termina siendo un trámite administrativo. No obstante, más temprano que tarde me desquito. Una de las irresponsabilidades monetarias en las que incurro, con mayor frecuencia, es en la de comprar comida rica.
5.- De cocinar, ¿cuál sería tu plato más celebrado?
Soy mucho más amigo de comer que de cocinar. Tengo la fortuna de convivir con mi novia, que es chef de profesión, por lo que generalmente adscribo a su régimen de producción culinaria. Hubo un tiempo en mi juventud en que tenía mucho más tiempo libre y me esmeraba en cocinar por placer, más en este momento no logro recordar ninguna receta recurrente. Suelo tener el recetario Nueva Cocina Peruana (1995), de Misia Peta a mano. Es un buen manual. Una reliquia familiar que ha sobrevivido a todos mis cambios de casa. Me encanta que en las fotos los emplatados vayan acompañados de vasos de cerveza rebosados de espuma.
6.- De tener una, ¿cuál es tu canción perfecta para cocinar?
7.- ¿En qué se parece traducir a cocinar?
En nada. Creo que son dos procesos totalmente opuestos. Hace poco me tocó transcribir para el festival Puerto de Ideas una ponencia de una neurobióloga llamada Suzana Herculano-Houzel, quien plantea que el eslabón perdido que habilita el salto evolutivo de la humanidad, en comparación al resto de los primates, radica en el desarrollo de la gastronomía como tecnología, pues esta permite reducir el tiempo dedicado al insumo de las calorías necesarias para la mantención de una red neuronal tan compleja como la nuestra, entregándonos la posibilidad del ocio. Herculano define este proceso como predigestión, y ese es un concepto que me parece muy significativo, pues si lo lleváramos al plano de la cognición, una predigestión sería algo así como una preinterpretación.
Muy por el contrario, yo creo que, al traducir las imágenes de un poema, por ejemplo, lo primero que debe evitar el traductor es resolver, si quiera parcialmente, el enigma, el absurdo, el conflicto entre significantes que, al ser presentados allí en plena tensión en el poema, no se decanta por ninguno de sus posibles significados, que quedan contenidos en una imagen vibrante. Es propio de un traductor mediocre resolver esta tensión en su traducción: predigerir sería entonces entregar las imágenes destensadas, decantadas hacia un significado particular, negando sus otras posibilidades significativas, condicionando, en última instancia, las posibilidades de lecturas de la persona que accede al texto.
Este es, lamentablemente, el estado actual en que gran parte de los traductores españoles –que por siglos han dominado sin rival el mercado de la traducción– tienen a la literatura universal, en especial a la poesía –es cosa de revisar el catálogo de las editoriales Visor o Hiperión: la oferta es increíblemente vasta, pero si se tiene la mala suerte de entender si quiera un poco de lo que está pasando en el texto original, la experiencia de lectura resulta irreparablemente dañada–. Mi tesis es que esto se debe, en gran parte, a que la cultura ibérica tiene una tradición poética muy mediocre –salvo el Siglo de Oro, pero eso fue hace medio milenio–, puesto que esta se sostiene sobre puras excepciones. Ni siquiera Machado logró sentar una escuela decente. Podría seguir hablando sobre este tema durante horas, pues es algo que me quita el sueño, pero prefiero cerrarlo recalcando la necesidad de refundar el acceso del lector latinoamericano a la literatura universal, y para ello es fundamental volver a traducir la gran mayoría de esas obras.
8.- Si el asunto tuviera el tono de una batalla campal y te vieras obligado a tomar un bando, ¿serías rokhiano o nerudiano? ¿Por qué?
9.- De los platos que se hacen llamar nacionales, ¿cuál es tu favorito y cuál el que menos disfrutas? ¿Por qué?
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Horacio Ferro (Lima, 1983). Traductor especializado en cine, literatura y patrimonio cultural. Se desempeña como músico en las bandas El Purpurado de Charol, Gris Castigado y Un Festín Sagital . A finales del 2018 publicó la traducción del poemario/videojuego Ennuigi(Libros Tadeys) de Josh Millard Desde inicios del 2019 dirige el espacio cultural LOF, situado en la comuna de San Miguel.
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