“Yo tendría unos diez o doce años cuando aprendí a cantar”, dice Evangelista del Carmen Pérez Véliz en uno de los interludios que acompañan sus cantos. Y hace una precisión: “A chicharrear, no a cantar. Porque yo no sé cantar. Yo lo hago por dar gusto y cumplir con mi obligación y nada más”.
Desde ese momento y hasta que la muerte la encontrara ochenta años después de llegar al mundo, Evangelista, también conocida como Carmela Treila en honor al Treile o Queltehue, ave que anuncia las lluvias y la muerte, recorrió funerales, bailes, mingas y mateadas como una cantora trashumante.
Si el Mataquito fuera el río Mississipi, Carmela Treila sería una blusera y sus canciones estarían grabadas en esos viejos vinilos que tanto obsesionaban a un joven Robert Crumb.
Hasta la llegada de Mauricio Pineda y su interés por la etnomusicología, las cantoras de esos paisajes –enormemente codiciados por el turismo zorrón chileno— mantenían su oficio so pena de las transformaciones radicales que el cambio en la matriz productiva generaba en el modo de vida campesino. Carmela Treila. Cantora de Vichuquén (2019) recoge los cantos que Evangelista aprendió como la mayoría de las cantoras campesinas: de memoria. “Este disco es un tributo a Carmela Treila y a todas las cantoras cuya voz no alcanzamos a oír”, anota Pineda en el package del disco.
“Yo llegué a la zona originalmente para hacer la práctica en Licantén, como antropólogo”, me cuenta Mauricio vía Whatsapp. “Ahí comencé a hacer un primer acercamiento a esta zona geográfica. El 2005 hicimos un trabajo con la asociación indígena de Licantén, también de un rescate de elementos de cultura tradicional, y a raíz de eso, el profesor Manuel Dannemann, que estaba haciendo una intervención en la comuna de Vichuquén, me contrató para hacer una etnografía audiovisual de la comuna. Ahí estuve un rato viajando por distintos poblados y haciendo una especie de collage con los elementos destacables que había en cada localidad”.
Dos trashumancias que se encuentran en medio de los serpenteantes caminos de esa zona del deep Maule. El nombre de Vichuquén, escribe Carolina Odone en un artículo, significaría “lugar lejano de difícil llegar” o “camino tortuoso”. Es en los afanes del antropólogo que Pineda da con las cantoras: “Así me fui enterando que en algunas de estas localidades de la comuna quedaban todavía algunas cantoras. Yo, dentro de los trabajos que había hecho en Vichuquén, conocí a la gente que hacía telar. Así fue como conocí a Auristela Correa, que es una cantora más joven. A ella le pedí que me acompañara a visitar a las distintas cantoras de las que ella tenía conocimiento y algunas que fuimos averiguando por el camino”.
—Recuerdo que, cuando lanzaste el disco, mencionaste el Plan Colchagua y la transformación del uso de suelo en la zona de Vichuquén. ¿Podrías hablarme de eso?
—Teniendo en cuenta esas transformaciones, ¿qué ocurre con este tipo de tradiciones? Tengo la impresión de que, si cambia el modo de producción, se modifican también los modos de vida y, por ende, las tradiciones.
—En el caso de Carmela Treila, ¿cómo aprendió el oficio de cantora?
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